sábado, 15 de mayo de 2010
Están allí porque son la llama viva de la universidad
Por Eduardo Galeano
Los pueblos que no escuchan los reclamos de sus estudiantes corren el peligro de quedarse sin futuro.
La ciudadanía estudiantil es la que custodia el fuego sagrado de la esperanza de los pueblos, y la guardan con su arrojo, con su temeridad, con su inviolable capacidad de soñar.
Hay que escuchar a los estudiantes, aguzar el oído, mirarlos a los ojos y leer lo que nos dicen con sus actos, pero sobre todo con el deseo encendido de su mirada. Cuando el resto claudica y se recoge en la madriguera cómoda de la conveniencia, los estudiantes se alzan. Cuando el resto piensa hoy no, mañana quizás, los estudiantes dicen: ahora. Cuando el resto se acostumbra a lo que hay, los estudiantes nos muestran el sendero luminoso del porvenir.
En momentos como éste, cuando esta Latinoamérica nuestra sufre, con el resto del mundo, las consecuencias nefastas del desplome de la avaricia del capitalismo salvaje, hoy más que nunca, no nos podemos dar el lujo de darles la espalda a nuestros estudiantes. Hay una comunidad internacional que observa con interés el desarrollo de este movimiento.
Esperamos, de las autoridades universitarias y gubernamentales, el mayor respeto. Desistan del uso de la fuerza. Siéntense a negociar con ellos en paz, de igual a igual. Escúchenlos. Sean generosos.
No están dentro del recinto, atrincherados en el campus, por puro capricho. Están allí porque ellos son el corazón, la llama viva de la universidad.
Los pueblos que no escuchan los reclamos de sus estudiantes corren el peligro de quedarse sin futuro.
La ciudadanía estudiantil es la que custodia el fuego sagrado de la esperanza de los pueblos, y la guardan con su arrojo, con su temeridad, con su inviolable capacidad de soñar.
Hay que escuchar a los estudiantes, aguzar el oído, mirarlos a los ojos y leer lo que nos dicen con sus actos, pero sobre todo con el deseo encendido de su mirada. Cuando el resto claudica y se recoge en la madriguera cómoda de la conveniencia, los estudiantes se alzan. Cuando el resto piensa hoy no, mañana quizás, los estudiantes dicen: ahora. Cuando el resto se acostumbra a lo que hay, los estudiantes nos muestran el sendero luminoso del porvenir.
En momentos como éste, cuando esta Latinoamérica nuestra sufre, con el resto del mundo, las consecuencias nefastas del desplome de la avaricia del capitalismo salvaje, hoy más que nunca, no nos podemos dar el lujo de darles la espalda a nuestros estudiantes. Hay una comunidad internacional que observa con interés el desarrollo de este movimiento.
Esperamos, de las autoridades universitarias y gubernamentales, el mayor respeto. Desistan del uso de la fuerza. Siéntense a negociar con ellos en paz, de igual a igual. Escúchenlos. Sean generosos.
No están dentro del recinto, atrincherados en el campus, por puro capricho. Están allí porque ellos son el corazón, la llama viva de la universidad.
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